Hace ya bastante tiempo, he escuchado comentarios alarmistas sobre un nuevo fenómeno social llamado la llamada generación “ni-ni”, y que se caracteriza por jóvenes de 18 a 29 años (hay quienes lo prolongan hasta los 34 años) que ni estudian, ni trabajan, ni buscan empleo.
Inmediatamente me interesó conocer más de este fenómeno, en especial por dos cosas:
* Por un lado porque no puede reducirse a las consecuencias naturales de la crisis del empleo o del sistema educativo, pero tampoco podría pensarse desconociendo esto.
* Por otro, porque contrariamente a lo que se suele pensar, esta inactividad les produce un sentimiento de angustia profundo. Incluso, varios psicólogos afirman que, últimamente, las consultas de los jóvenes se deben a casos de angustia difusa, al vacío que les produce convivir con una constante sensación de frustración y a la falta de un proyecto que los motive.
Tomando esto en cuenta, comencé a leer a aquellos autores que ampliaban estos “ni”
y nos hablaban de jóvenes que ni proyectan, ni creen, ni sueñan.
Y cuanto más leía, y más jóvenes identificaba como “ni-ni”, más me convencía que me encontraba frente a algo mucho más complejo que lo que parecía a simple vista.
Fue entonces cuando en España, quienes trabajarton el tema, se negaron a pensar este fenómeno como algo propio de las generaciones más jóvenes, descontextualizado de una sociedad que ha precarizado tanto la educación como el empleo:
sábado, 15 de octubre de 2011
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