Todo empezó una madrugada, sentí un fuerte dolor en el pecho y el brazo izquierdo, de pronto fue como si me faltase el aire, como si tuviera un nudo en la garganta que me asfixiaba. Mi corazón se aceleró al punto que creí iba a explotar. Tuve que levantarme, para llamar a una ambulancia y fui directo a la terapia de un hospital. Me revisaron y me dijeron que no me preocupase, que estaba ansiosa y muy angustiada. A partir de ese día ese infierno me acompañó día y noche.
La primera vez fue en el subte. Empecé sentir un hormigueo en mi cabeza y la sensación de asfixia. Poco a poco tuve miedo, no se muy bien a qué pero cuando llegaban las sensaciones me daban ganas de bajarme porque creía que me iba a desmayar. Un sudor frío me invadía y estaba seguro que todo el vagón ya lo había notado. Después ya me pasaba en la calle, sentía terror de pararme en los semáforos o de que me atropellase un auto. Finalmente ya no tenía que ver con el lugar, siempre ese temor estaba conmigo.
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